martes, 3 de marzo de 2009

De la importancia del ocio hoy en día

De la importancia del ocio hoy en día

Reflexionando en torno al ocio reconozco que la visión del ocio como un proceso de desarrollo de la persona, es más, su calificación como un derecho, reconocido como tal en los artículos 24 y 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, no me ha sorprendido. Es verdad que la idea de ocio, mi idea de ocio, es algo no totalmente racionalizado y estructurado en mi mente al día de hoy. No obstante, sí intuía alguno de los atributos que en este momento empiezo a percibir con mayor claridad.

Si es un atributo de la persona e incluso, como afirma Pieper, J. en El ocio y la vida intelectual (citado en Cuenca, 2003), es un estado del alma, parece razonable que tenga un tratamiento apropiado, primero en su reconocimiento como una competencia, y en segundo lugar que pueda encontrar acomodo en los modelos de educación de las personas.

De todas formas, tengo que reconocer que me resulta muy difícil separarlo totalmente del balance trabajo/disponibilidad de tiempo libre, en el bien entendido que, al menos al día de hoy, entiendo como trabajo toda actividad encaminada a un resultado concreto. En este sentido, el tiempo que tuve que invertir en superar una carrera universitaria hizo disminuir de forma sustancial mi tiempo libre, a diferencia de algunos de mis amigos que habían tomado otra opción.

Es evidente que tomar una opción universitaria abre espacios al conocimiento y, en consecuencia abre oportunidades, tanto para el ejercicio y desarrollo intelectuales como para identificación de contenidos y actividades susceptibles de enriquecimiento en la perspectiva actual del ocio. Sin embargo, tengo bastantes dudas sobre si:

Menos tiempo libre disponible cualificado por un potencial mayor nivel de goce es equiparable, en términos emocionales, a más tiempo disponible con un tipo de goce menos cualificado.

Esta es una cuestión que me gustaría clarificar a lo largo del curso.

Tengo pocas dudas en admitir la transformación del concepto del ocio propio de la sociedad industrial en la que nos hemos desarrollado evolucionando hacia una dimensión mucho más trascendente relacionada con los valores y que ya intuían pensadores como Aristóteles, Lafargue, Russell y Marcuse.

Tampoco tengo ninguna duda en este momento sobre la creciente incidencia social e impacto económico del ocio en las sociedades desarrolladas. Y aquí surge, desde mi punto de vista una de las condiciones básicas para la paulatina transformación del ocio como algo banal o, incluso pernicioso, a un atributo de la persona y de la sociedad: un nivel económico de carácter general aceptable que permite invertir menos esfuerzos en la supervivencia.

Es casi seguro que hay más condiciones en la medida que el juego y el placer social se remontan a épocas pretéritas o se dan en otras civilizaciones, presuntamente más atrasadas, con menos conocimientos tal vez, pero con más tiempo personal y social para el disfrute y, probablemente con menos tensiones y estrés.

Y esta es otra de las cuestiones que me preocupan bastante. Las circunstancias personales y sociales que puedan dificultar o ser invalidantes para afrontar el ocio desde un desarrollo personal placentero.

No cabe duda de que el ocio desde la perspectiva del consumo es una de las mayores, si no la mayor fuente de negocio existente. Nunca en la historia de las familias y de las sociedades el peso económico-presupuestario ligado al ocio-cultura había tenido tal dimensión como ahora. Templos del ocio como los estadios deportivos, museos, exposiciones, etc. tienen el rango de auténticas infraestructuras básicas; por otro lado ocio y muchas manifestaciones culturales han dejado de ser elementos superfluos en las familias.

Pero en que ocio y cultura representan, así mismo, una vía para el orgullo personal y social. La cultura como expresión de identidad social y orgullo es un fenómeno nuevo con un efecto multiplicador tremendo. Eso sí todavía queda bastante trecho entre la importancia simbólica y económica de cultura y ocio y la concepción y comprensión social y personal de estas variables.
Por tanto, nada que objetar a “la importancia del ocio en la actualidad”

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