Tengo para mí que por ideología entenderse aquellas ideas y
valores fundamentales para una persona que condicionan su recorrido vital.
Desde que los homínidos descubrieron su capacidad de abstracción fueron
descubriendo las incertidumbres del futuro transformándose poco a poco en seres
humanos. Y fueron dotándose de habilidades, más allá de las típicamente
instintivas, y competencias que paso a paso fueron cristalizando en valores y
creencias que resultaron enormemente útiles para el posterior desarrollo de la
especie. Dichos valores y creencias que de una manera u otra afectan a todo ser
humano constituyen la base de la ideología. Pero si una de las características
básicas de la ideología es peculiaridad personal, la otra, igualmente
importante, es su imprescindible proyección más allá de la persona, es decir,
hacia el otro o los otros. Yo no creo que se pueda hablar de ideología en
términos de estanqueidad personal porque perdería toda su funcionalidad que es
la de dar, obtener, compartir respuestas colectivas ante una causa, un fenómeno
que trasciende la persona en la misma medida que el ser humano es un ente
social por su propia naturaleza.
A partir de esa consideración cabría hablar de ideologías
conservadoras, transformadoras, contemporizadoras en orden a sus finalidades
básicas que alimentan más y más el carácter social del ser humano. Cualquier
acción meditada tiene algún tipo de objetivo y, en su recorrido, afecta al otro
o los otros con o sin su aquiescencia. Si yo decido expatriarme al Satélite de
Júpiter IO para vivir un anacoretismo a ultranza dejo en mi estela huellas de
afectación. Pero lo normal dentro del espíritu humano es la búsqueda de
complicidades, afinidades que le ayuden en su recorrido generando espacios de
identificación colectiva, de generación de identidades, de espacios compartidos
tratando de generar seguridades, disminución de riesgos, plataformas desde las
que seguir avanzando.
Profundizando en la idea de las ideologías se puede llegar a
otras consideraciones: tendencias de apertura o exclusión, de tolerancia o
intolerancia, de tendencia a la dominación o a la transacción. La historia de
la humanidad está repleta de todas ellas. En el mundo complejo que habitamos el
lanzamiento o mantenimiento de ideologías excluyentes, intolerantes, no parece
una respuesta práctica a medio y largo plazo. Hoy no es posible encastillarse
en posiciones rígidas en términos filosóficos, sociológicos o religiosos
porque, aun cuando en el corto plazo parezcan obtener resultados están
condenadas a ser abrumadas por movimientos de imposible freno. Es mucho más
inteligente, pactar y sincretar sin caer en el relativismo; es más, de hecho es
mucho más acorde con la experiencia humana.