jueves, 15 de octubre de 2009

Ese Deusto de mis entretelas

Cuando salí de la Uni me encontré el otro día con un amigo al que no veía desde hacía años. Un amigo de viejas correrías por el Deusto de nuestro años jóvenes. Teníamos tiempo y nos fuimos a la Casa Vasca a tomar un par de potes. Como suele ser normal en estos casos la conversación rápidamente se deslizó hacia el recuerdo. Casi sin querer nos salió la tonadilla que se inventó para Bilbao pero que sirve lo mismo para Deusto. ¡Deusto, cuánto has cambiau!

−¿Te acuerdas, me decía, de aquel verano de comienzo de los 70 que dimos clase durante un par de meses a un montón de chavales en las aulas que nos prestaron los pasionistas?

−Por supuesto, que me acuerdo, respondí, añadiendo

−y recuerda también que junto con el resto de la cuadrilla nos fundimos los ingresos en un par de visitas al Txakoli de Iñaki, allí en Basabe, que es, por cierto, donde vivo yo ahora en una imponente urbanización con doscientas viviendas, ochocientos vecinos, un bar y un par de ingenierías.

La constatación de una transformación de tal envergadura me llevó a hacer un viaje a vuela pluma entre el Deusto que conocí en mi juventud y el actual.

Yo realmente me crié en el Muelle de Evaristo Churruca a 100 metros de donde hoy se ubica el Guggeheim, a caballo entre la Salinera y la Compañía de Maderas. Desde luego el paisaje no podía ser más entretenido para un niño: Barcos de Cabotaje, Locomotoras, vagones, camiones, grúas, ruidos, gritos. Pilas inmensas de mercancías amontonadas en muelles de carga y descarga. Montones de personas cargando sobre sus espaldas, apenas cubiertas con un tejido arpillera, sacos de todo tipo y condición: azufre, cemento, plátanos o carbón. Asociados a todo el bullicio un buen número de mendigos y mujeres trataban de hacerse con sobras y migajas. No era raro encontrar solo un poco más allá una especie de mercado secundario donde se revendía sobre todo el carbón así obtenido.

Pero con trece años fuimos desahuciados por la Junta de Obras del Puerto y mi familia buscó y encontró una nueva ubicación en Deusto, en la Calle Juan de la Cruz, hoy Blas de Otero. Por cierto, Blas de Otero, el poeta, visitaba con bastante asiduidad en los cincuenta a una chica que vivía en el cuarto piso de mi casa del Muelle.

Dejando La Ribera, Ibarrekolanda y San Ignacio de lado (que me perdonen sus fans) el cogollo de Deusto estaba en los alrededores de la Plaza de San Pedro Aquel Deusto con el que me encontré estaba en pleno proceso de urbanización.

En el Bilbao de la época Deusto era una de las zonas de expansión predilectas para familias jóvenes o parejas de recién casados, de lo que pudiera llamarse clase media-baja y media-media con aspiraciones y esta tendencia marcaba la propia conurbación del Barrio. No es de extrañar que en los setenta y ochenta Deusto estuviera bien nutrido de niños y niñas que hicieron su infancia y adolescencia en unas calles cada vez menos comprensivas de sus juegos y andanzas.

La pubertad de aquellos jóvenes, entre los que me encontraba, se desarrollaba en medio de muy escasos recursos sociales y municipales. La Cervecera constituía uno de los grandes centros, bien es verdad que durante principalmente los meses de verano. Sus mesas, sillas y carpas eran punto de reunión habitual. También los bares y cafeterías, que siempre han abundado en el Barrio, tenían ese carácter de cuasi clubes sociales. En mi caso el Disney, en medio de la Avenida de Madariaga, cumplía con esa función.

El cine Deusto en Rafaela Ibarra, mucho antes que el Canciller en la Avenida del Ejército, hoy Avenida del Lehendakari Agirre, cumplía un papel esencial en el divertimento de la chavalería. Sus sesiones dobles en sábado y domingo proyectando rerrerreestrenos eran un campo abonado al intercambio de cromos, tebeos de todas clases e iturris, en cuyo reverso se incluían fotos de ciclistas tras cristales sujetos con masilla. Las carreras de iturris utilizando baldosas de las aceras, junto con aquellos rectángulos marcados también en las aceras para que las chicas jugaran a la goma tenían también un hueco importante en el disfrute y competiciones entre clanes.

Una de las consecuencias de tanta chavalería fue la progresiva implantación de Colegios, tanto de chicas como de chicos, completando o complementando al tradicional de La Salle, un poco detrás de San Felicísimo. Este hecho se aceleró a finales de los setenta y comienzo de los ochenta, años en los que salió a la luz la Ikastola que, había estado durante muchos años en los sótanos de San Felicísimo que, asimismo dio a luz la nueva, suntuosa y modernista iglesia, dotada de un Órgano espectacular, parte de cuyos sonidos se perdían o maleaban por la muy mala condición sonora del templo, circunstancia que muchos años después se fue resolviendo poco a poco a base de ir introduciendo en bastantes zonas madera.

La gente joven podíamos recurrir a dos clubs ligados a las respectivas parroquias de San Felicísimo y San Pedro, con las lógicas connotaciones y restricciones propias de su condición y época. Deusto en aquella época se convirtió en fábrica que bombeaba universitarios a Económicas en Sarriko, Ingenieros, junto a San Mamés y las nuevas facultades que empezaban a surgir en la también juvenil Universidad Pública, primero de Bilbao y más tarde como Campus de Bizkaia de la UPV-EHU. La Universidad de Deusto era más elitista por temáticas y precios.

La mentalidad de los padres de toda aquella juventud estaba muy condicionada por las dificultades que habían vivido en la Guerra y Postguerra, por o que su anhelo básico consistía en que los hijos les superaran en todo lo posible. El sacrificio y una creciente estabilidad económica lo permitían. La dictadura franquista en su tramo final dejaba mucha huella pero muchos jóvenes, menos mediatizados que sus padres por la opresión, empezaron a sacar la cabeza de la alforja y hacer pinitos, por supuesto con mucho retraso y mucha menor contundencia de lo que fue el 68 parisino.

Arangoiti empezó a perder su carácter eminentemente rural y a recoger elementos de la última oleada de emigración española del Siglo XX. Era una zona mucho más barata y como suele ocurrir en estos casos se hicieron multitud de casas antes de racionalizar el espacio urbano disponible.

Apenas existían Salas de Fiestas, el Holiday, era un clásico de la época. De todas formas, las arraigadas costumbres de la época marcaban pautas muy estrictas respecto a la hora de llegar a casa. Pasarse de las 11 de la noche era sinónimo de, como mínimo broca sonora con efectos colaterales. Únicamente en Fiestas o Nochevieja se relajaban algo las directrices. En esos momentos unos de los atractivos de las veladas eran las peleas entre cuadrillas de Arangoiti y del centro de Deusto, invasores o invadidos según fuera en la película.

El final violento del franquismo y la llegada de la democracia tuvo en Deusto algunas de las batallas callejeras más representativas, con la Estación del Tren de Deusto como base de suministro de material ofensivo y defensivo, piedras a punta de pala. Todavía recuerdo los paseos de los grises, dotados de llamativos pañuelos rojos o amarillos en el cuello, patrullando en furgonetas erizadas de bocachas enfiladas hacia todas las direcciones, incluidos los balcones de las casas. La respuesta habitual eran carreras, persianas a medio bajar, portales cerrados con llave e imprecaciones rotundas.

En medio o en los aledaños de algunas barriadas todavía era posible ver alguna casa antigua o algunas huertas perdidas, éstas últimas no siempre legales. El Tigre regía orgulloso Zorrozaurre y presidía con displicencia las numerosas botaduras de barcos construidos en Euskalduna, en su última época resignados a ser Astilleros Españoles. Aquellas frecuentes botaduras atraían a mucha gente, yo realmente me he perdido pocas, y como había que hacerlas con la marea alta, no eran infrecuentes los salpicones, que añadían un plus de atractividad al evento.

En los ochenta empiezan a caer los últimos baluartes de mi Deusto juvenil, principalmente representado por la desaparición del Txakoli de Iñaki en las huertas de Basabe. Luego, aparecen los túneles que comunican con la carretera de Enekuri y llega el metro que desplaza casi totalmente a los buses que, salvo honrosas excepciones van poco nutridos de pasaje.

El Puente de Euskalduna primero y más tarde la Pasarela de Arrupe complementan con creces a ese cordón umbilical de toda la vida que ha sido el Puente de Deusto, y que ha visto reducido de manera muy considerable el volumen de viandantes, entre los que destacan los estudiantes de la Universidad de Deusto, cuya academia se ha abierto y diversificado a otros mundos como las ingenierías, los idiomas como gancho para el intercambio estudiantil o los programas para mayores, sobre todo centrados en la cultura y el humanismo.

Ya en esta última época a partir de 2000 la taxonomía de las personas experimenta una diversificación muy notable de la mano de una inmigración que supone entre un 6 y un 8% de la población, y en la que la etnia más numerosa está representada por latinoamericanos, principalmente provenientes de Ecuador y que residen mayoritariamente en Arangoiti, aunque cada vez se encuentran más distribuidos por el barrio sobre todo en régimen de alquiler. Pero la presencia de este fenómeno no se hace sentir únicamente en las calles sino que inicia su presencia en pequeños comercios, empezando a copar fruterías y tiendas de alimentación, comercios de no demasiado valor añadido. La comunidad china tiene asimismo una presencia muy destacable no solo en los típicos restaurantes sino en multitud de bazares donde se vende prácticamente de todo, no importa el día o el momento.

La gente joven, deustoarra de toda la vida, y en condiciones de generar familia, tienen cada vez más difícil el asentamiento en su Barrio. La creciente temporalidad de los empleos unido a los precios prohibitivos de los pisos y a la carencia de suelo urbanizable están llevando a un progresivo envejecimiento de la población originaria, que junto con la presencia creciente de la inmigración va a ir llevando a un Barrio más abierto y variado, probablemente más cosmopolita y con un paisanaje menos esencialista. Es verdad que hay una serie de rincones en torno a Rafaela de Ibarra y Blas de Otero de una parte, y Ramón y Cajal y Luzarra de otra, que todavía guardan ese sabor de tasca y poteo, aun cuando continente, contenidos y frecuencia de la consumición hayan evolucionado bastante en cuantía y calidad.

Pero por encima de todos estos comentarios debo reconocer que desde hace ya bastantes años, mi comprensión de Deusto va perdiendo intensidad y ritmo. El hecho de hacerme definitivamente adulto implica que mis prioridades dejan de estar en la calle para ganar teóricamente en fuste. La cuadrilla va dejando paso a la pareja y de ahí de manera encadenada, trabajo, matrimonio, familia, hijos, en fin lo de siempre. Para mí Deusto se va convirtiendo cada vez más en una zona dormitorio y de apresurados paseos y compras. Se me va desdibujando el paisaje y el paisanaje. Carpe diem que diría algún ilustrado.

Pero como casi todo, esa etapa también se ha agotado. En la medida de que ahora dispongo de mucho más tiempo para la observación y el aprendizaje, estoy en condiciones y dispuesto a mirar y ver, mi yo interior y su mundo, y mi yo externo y el suyo. Deusto no deja de ser la primera y más próxima referencia exterior, así que me propongo y prometo ir trocando imprecisión genérica por la visión en profundidad y en detalle, individuos y multitudes en circulación por caras y expresiones palpitantes.

miércoles, 14 de octubre de 2009

De caminos y paseos

El hábito, lo habitual, el todos los días constituye uno de los velos más eficaces para difuminar contornos, emborronar detalles; percibir formas y personas como objetos sin rostro, más o menos móviles que se cruzan en nuestro camino, en una palabra nuestro entorno, por familiar, se torna opaco, sumergiéndose en la confianza de lo genéricamente conocido.

Centrándome en mi propio Barrio, Deusto, soy inconsciente de que me muevo casi siempre por el mismo recorrido del que, en el fondo ignoro casi todo. Mi camino habitual es la Avenida de Madariaga en trayectos de ida y vuelta si me desplazo a Bilbao. Los fines de semana completo el circuito con Blas de Otero, por aquello del Supermercado sabatino y con Zorrozaure los domingos por aquello del colesterol.

Y punto pelota. El recorrido o es de paso o se va a tiro fijo. El entorno resulta superfluo, casi ni se ve. Sin embargo, Deusto es uno y variado, con toda una serie de barrios encajonados entre el Monte Banderas y el Canal de Deusto. Es una zona cosmopolita, variopinta, con un equilibrio bastante ajustado en lo que se refiere a la pirámide de edad.

¿Qué hay detrás del manto uniformizador? Pues principalmente apresuramiento e ignorancia. La prisa nos lleva a percibir sin ver y la ignorancia a menospreciar el detalle de lo más pequeño y próximo Es importantísimo reivindicar el paseo sin destino prefabricado, dejándose sorprender por el descubrimiento de una nueva calle, de comercios con rostro, de miradas con brillo.