miércoles, 6 de mayo de 2009

Más allá de la decepción y el cabreo por la salida de Ibarretxe y la llegada de López

Me confieso nacionalista convencido desde la emoción, la honestidad intelectual y con suficiente dosis de razones objetivas y subjetivas. Tengo que decir igualmente que soy fundamentalista de muy pocas cosas y, desde luego, no soy fundamentalista en términos ideológicos. Creo además profundamente en la negociación, el debate y el entendimiento dejando pelos a puñados en la gatera.

Mi hija me ha dicho más de una vez que tengo un carácter flemático, caracterizado por un cierto culto a la lógica y a la racionalidad. Seguro que tiene razón, aunque a mí me parece que esa posible racionalidad se sustenta en profundas raíces emocionales que, tal vez, no exteriorizo demasiado.

¿Y qué tiene que ver este prólogo con la idea que contiene el título de esta pequeña reflexión? Yendo por partes y aplicando razones, desde mi perspectiva (y la de mucha gente) objetivas constato lo siguiente:
  • La razón de Estado se ha impuesto por fin. Coincido con el Lehendakari Ibarretxe que se ha utilizado la legislación y su interpretación jurídica como mecanismos de poder e intereses de uniformización estatalista: La Ley de Partidos fue preparando el terreno para la deslegitimación del nacionalismo acusándole de ser poco menos que connivente (o por lo menos tibio) con la violencia.
  • Se ha gestionado la presencia institucional de la Izquierda Abertzale connivente con ETA como un instrumento adaptable a las oportunidades e intereses de razón de Estado: Se dio paso a EHAK cuando, tras el desprecio a la propuesta estatutaria aprobada por mayoría absoluta en el Parlamento Vasco, se abría una expectativa de posible mayoría absoluta del tripartito. Es decir, la presencia de EHAK impedía la denominada mayoría absoluta constitucionalista pero también la nacionalista institucional reforzada por Ezker Batua.
  • Se toleró una semipresencia de ANV más o menos en la mitad de los Ayuntamientos y JJ GG. Al principio no se entendía por qué en un pueblo sí y en el contiguo no. Más tarde se supo que formaba parte del último intento por llevar a buen puerto el proceso de negociación del gobierno socialista-PSE con ETA.
  • Frustrado el proceso por la desdichada, estúpida y terrible vuelta de ETA a las andadas y con el soporte electoral que consiguió el PSE en Euskadi en las elecciones generales de 2008, se hizo rápidamente la cuenta de que un Parlamento sin la presencia de la Izquierda Abertzale oficialista podía dar la mayoría absoluta al constitucionalismo.
  • Dicho y hecho, bien es verdad que con un mal resultado para las expectativas que tenía el Partido Socialista y el éxito insospechado del PNV con un Ibarretxe carismático como cabeza visible, más allá de los dimes y diretes internos. No obstante, la tentación y el interés legítimo por obtener el poder, casi a cualquier precio, eran muy grandes.
  • A ello se añadía la nula afinidad del Partido Socialista con Ibarretxe y la desconfianza acumulada entre las dos fuerzas tras muchos años de desencuentro. En esta circunstancias no tenía ninguna opción la la alianza más deseada a nivel popular, es decir, la de PNV-PSE.
  • El Partido Popular, con unos resultados muy mediocres, tenía la llave del otorgamiento del poder y rápidamente genera una dinámica de marketing postelectoral abiertamente triunfalista, con un tipo de mensajes y contenido de carácter frentista, apuntando a elementos muy sensibles para buena parte de la población vasca: eitb, el euskara, la ertzantza, etc., con una abierta e injusta deslegitimación democrática del nacionalismo gobernante. Mientras el PSE y Patxi López callaban. A este respecto, al menos en este momento no acierto a comprender la aparente sumisión del PSE al PP, constatada en el documento suscritopor ambas partes para garantizar la llegada de Patxi López a la Lehendakaritza. El PP no podía hacer otra cosa que votar a favor de Patxi. Ya lo habían hecho en la anterior legislatura. Desde el españolismo nunca se hubiera entendido una salida por la tangente de Basagoiti.
  • Al Partido Nacionalista le está costando mucho digerir algo que desde sus filas se entiende como una injusticia. Es evidente que como fuerza institucional vocacional trocar poder por oposición es muy duro. Sin embargo, descansar buena parte del mensaje en "nos han hecho trampa" es además de frustrante poco práctico. Es verdad que en los primeros tiempos un cierto baño de justa indignación actúa como sedante. Persistir en la queja como argumento más sonoro puede llevar a un cierto ensimismamiento poco productivo.

Ibarretxe, hombre dotado de una austeridad y honestidad poco habitual en el mundo de la política (y de cualquier mundo en general), ha completado un ciclo de 10 años, en los que al País le ha ido muy bien en términos de progreso y bienestar, acuciado a última hora por una crisis económica universal que, sin perjuicio de tantas tragedias personales como personas directa o indirectamente afectadas por la crisis, marca las diferencias entre Euskadi y España. Entre un tipo de políticas, en general bien orientadas y ejecutadas, y otras mucho más especulativas. Cuando escucho a Rajoy (que, en general me parece un tipo sensato para lo que se cuece en entorno político) y al PP acusar a Zapatero de política de avestruz, dilapidador etc. no puedo menos que las bases de la política especulativa española se pusieron con Aznar. De hecho, algunas de las Comunidades Autónomas gestionadas por el PP y afines están entre las más cebadas en la política especulativa de suelo y construcción.

Una de las características y de los defectos de Zapatero consiste en que se mueve principalmente en la coyuntura, por tanto, en la oportunidad u oportunismo político. No hace políticas a medio y largo plazo. A nadie ha cogido por sorpresa la específica crisis española del ladrillo, pero Zapatero ni quiso por comprometido, ni quizás pudo por complejo abordar con solvencia el problema. Las única cuestión que planteó con una cierta perspectiva fue la negociación con ETA y se encontró con un PP que no le dio ni agua.

Volviendo al Partido Nacionalista Vasco creo que sería bueno ir más allá de la posible trampa españolista. En primer lugar no deja de ser una trampa consentida en la medida que se acepta participar en el entramado institucional con todas las consecuencias, y habida cuenta que la Izquierda Abertzale y ETA o ETA y la Izquierda Abertzale oficialista también han puesto mucho de su parte para que ésta última esté ausente del mundo institucional. A este respecto concuerdo en gran medida con las ideas que expone Txema Montero.

Desde mi modesta opinión el PNV se enfrenta a una coyuntura bastante complicada. Se ha perdido el gobierno y eso escuece después de tantos años liderando el País. Ejercer la oposición implica un cambio sustancial en la dinámica del Grupo parlamentario que tiene que pasar de una posición defensiva, en apoyo del gobierno, a una de mucho mayor dinamismo, iniciativas y creatividad.

Pero no creo que ese sea el principal problema. El partido Nacionalista tiene ante sí las dificultades que plantea la bicefalia. La bicefalia puede ser muy útil pero es muy difícil. Normalmente la persona que ostenta el poder y lo mantiene durante un período largo de tiempo adquiere unos rasgos de liderazgo, brillo, notoriedad y conocimiento de lo que tiene entre manos que le hacen muy singular. Es muy difícil que el Partido logre ostentar, en el ámbito más ideológico un carisma semejante. Incluso pudieran darse choques relevantes, el más trascendente la salida de Garaikoetxea al frente de EA, sin desdeñar la incomodidad de Imaz en relación con Ibarretxe.

Juanjo Ibarretxe, a lo largo de su mandato ha enarbolado la posición más ideologizada del nacionalismo institucional, algo que desde la perspectiva del Partido Nacionalista correspondería más al EBB, sobre todo teniendo en cuenta la enorme pluralidad del País. El carácter carismático de Ibarretxe, su honestidad y compromiso, pero también su brillo han aglutinado a la inmensa mayoría del universo nacionalista institucional pero le han alejado del universo más españolista, al menos de su clase política. Las desconfianzas tienen sus antecedentes en la última fase de Ardanza, cuando el PP empezó a tocar poder y el PSOE se amilanó bastante, probablemente con no demasiado disgusto. La propuesta de Ardanza en relación con la violencia, una vez que el Pacto de Ajuria Enea quedó bastante agotado, fue desdeñada absolutamente, aun a pesar de que era totalmente coherente con el citado Pacto (recuérdese la tronante salida en el último suspiro del PSE del Gobierno Vasco, de la mano de Redondo Terreros, aun a pesar de la oposición en aquel momento de Rosa Díez).

El Pacto de Lizarra se entendió, con alguna razón desde el PSE y también desde el PP, como radicalización nacionalista y una estrategia de lateralización de las fuerzas no nacionalistas. El intento fue honesto buscando el fin de la violencia merced a una cumulación de fuerzas nacionalistas. La realidad demuestra que estaba viciado de origen. Ni ETA era fiable, ni una acumulación de fuerzas nacionalistas tiene mucha más perspectiva que la coyuntural. Consecuencia, toneladas de desconfianza y posiciones estancas entre las partes.

La clave de los posicionamientos ideológicos de las partes era la legitimidad en el universo nacionalista, el arrinconamiento en la constitucionalista. Con cálculo o sin él ETA juega activamente en esa dinámica. Su ensañamiento con los cargos públicos del PSE y PP agranda el abismo entre nacionalistas y constitucionalistas. Los constitucionalistas, de una parte reprochan al nacionalismo posiciones personales de hecho mucho más cómodas que las sufridas por ellos, así como una insuficiente comprensión de su situación, en consecuencia bunquerizan en buena medida su discurso político.

El desalineamiento entre unos y otros está servido. las partes plantean sus discursos y estrategias desde sus legitimidades específicas. En un caso es el derecho a decidir, en el otro está en que aquí no se mueve nadie mientras ETA no desaparezca. Ambas posiciones son tan legítimas como comprensibles, se compartan o no. Da la sensación de que hay muy pocos intentos de crear puentes entre las partes, porque cualquier intento en ese sentido colisiona con buena parte de las opiniones firmemente ancladas en las partes. En el PNV surgen algunas visiones más abiertas, pero es prácticamente imposible que puedan triunfar a corto plazo, puesto que la hostilidad que se percibe en el otro frente contribuye al cierre de filas.

El PSE cree llegada su hora, tiene muy marcada en su mochila la renuncia a la Lehendakaritza cuando ganaron las elecciones en el 86, se sienten fuertes (por si acaso hacen trampa) y creen llagado el momento de dar una bofetada al nacionalismo gobernante.

¿Podía haber hecho mucho más el PNV para tener elementos de complicidad con el PSE en estos últimos años? Ante una perspectiva de mantenimiento del poder a medio plazo yo creo que la respuesta es sí Probablemente eso hubiera necesitado de un mayor equilibrio entre Lehendakari y Partido a la hora de liderar las cuestiones ideológicas y determinados gestos. Pero liderazgos y carisma son atributos poco planificables.

En los últimos años Ibarretxe y su gobierno desarrollaron una importante aproximación al mundo de las víctimas del terrorismo, pero la desconfianza y la acritud no se disuelven a corto plazo, máxime cuando se revisten de tintes ideológicos profundos.

Me consta que en el proceso Think Gaur este tipo de cuestiones y otras han estado presentes. El Partido Nacionalista debe enfrentarse y tomar posiciones en relación a:

  • ¿Se construye más País, incluso nacionalista, desde una presunta acumulación de fuerzas nacionalistas o desde posiciones más flexibles?
  • ¿Es factible tratar de negociar con los adversarios políticos en base principalmente a legitimidades?
  • Cuando la razón no está suficientemente acompañada de posición dominante, ¿cuál puede ser la estrategia más útil?
  • ¿Se debe ceder en parte para ganar en bastante (pongamos que suficiente)? o ¿es mejor anclarse en las justas reivindicaciones obteniendo más frustarciones que frutos?
  • ¿La sociedad del bienestar (aun a pesar de la crisis) es mayoritariamente movilizable por cuestiones que aparentemente no tiene mucho que ver con su día a día?
  • En la Europa de los Estados (mal que nos pese) es factible en las presentes circunstancias (con ETA gravitando) una equivalencia entre autogobierno e independencia?
  • Una última pregunta de nota: Para avanzar algo, ¿qué sería más interesante o lógico(incluso para el nacionalismo) aceptar algún viso de constitucionalización o persistir en un frente de digno rechazo (aunque se pierdan posiciones)?

En fin soy consciente de que me he extendido demasiado y he divagado bastante, pero hoy me apetecía dejar un tanto desbocado mi propio caballo ideológico. Llegados a este punto mi admiración y mejores deseos a Juanjo y su humildad, más allá de su carisma, en su regreso a la vida privada que, es la de casi todos. También a pesar de mi distancia e intereses ideológicos me gustaría que Patxi acierte más que yerre en su cometido desmarcándose de la presión del PP.

En refuerzo de ambos deseos qué mejor visión que soñar viajando a Júpiter