miércoles, 9 de mayo de 2012

A diez horas de la Final de la Europa League

No se si porque estamos a diez horas de la final europea que juega el Athletic tras 35 años de espera, porque escribir alivia algo mi ansiedad, por la razón que sea no puedo menos que referirme a esta especie de locura colectiva que lo impregna y lo inflama todo.  ¿Es una cataplasma, un curalotodo puntual, una pomada para lubricar nuestra maltrecha economía, apartar, siquiera por un momento el hartazgo de los más próceres, que no saben por donde les da el aire, y ponen todo su afán en ajustar, recortar, cercenar sueños e ilusiones.
En una sociedad gris, en buena medida desarmada y amortizada, descreída de valores y de apuesta a medio y largo plazo, héteme aquí que surge el Athletic como de entre las cenizas de una espera larga y tediosa y se lleva al personal de calle, metido a calzador voluntario en un vehículo, que no se muy bien si es autobús o globo;  y encandila y devuelve la alegría (siquiera puntual) y la sonrisa y las ganas de vivir y de soñar desde la banalidad, sí, pero desde una banalidad identitaria, aglutinadora de toda la sociedad, de todos los estratos sociales, compartiendo una vivencia colectiva en los signos principales son el abrazo y el cántico.
¿Es contraproducente, es nocivo, es pan y circo? o ¿es una muestra de que las sociedades pueden emerger con liderazgos ilusionantes?.  No tengo la respuesta y, ya sé, ya sé, que hay que tener mucho cuidado con el populismo, la intransigencia, el populismo o, incluso, los fascismos, como estamos viendo por doquier.  Pero, ahí, en lo más íntimo, sueño que una persona, una sociedad pueden engrandecerse partiendo de la debilidad y la desproporción, como el Athletic, soñando y compartiendo más allá del sentido común y de la lógica de estos tiempos.

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